Nota previa: En este teclado (el del trabajo) no tengo determinadas teclas por lo que el texto ha sido redactado de forma que no tenga que hacer luego correcciones en casa (he evitado usar tildes y ciertos tiempos verbales)
Mucha gente me pregunta (ninguna) que si en realidad lo de vivir en esta ciudad es una buena experiencia, que muy bien los posts de la comida y los libritos que me compro y tal, pero que si de verdad merece la pena venirse a la capital de Irlanda, que si es una experiencia muy distinta a la de vivir, por ejemplo, en Cuenca. Pues mirad: distinta es, pero tampoco tanto, a fin de cuentas por estos lares pastan igualmente a sus anchas los Primarks, McDonalds e IKEAS de nuestra vida (lamentablemente, Mercadona brilla por su ausencia). En lo que cambia mucho la historia es en comidas, gentes, usos y costumbres. O sea, que me desdigo, que la experiencia es bastante distinta pero con algunos decorados similares. Uy, vaya volantazo.
En el trabajo las cosas son radicalmente distintas, con empresas multinacionales a porrillo y una estructura bastante mas profesionalizada y horizontal (los ascensos y cambios de departamentos son habituales y son promovidos por los propios jefes) y existe un rollito friendly muy sospechoso (decoremos de navidad chachi la oficina mientras laboralmente te exprimimos como a un limón). Para que una empresa te despida tienes que liarla bien parda. Hay 300 jefes diferentes (en mis trabajos en Madrid mi supervisor directo era una o dos personas, no cuatro o cinco como ahora) y el micro-managing llega a niveles insospechados (esto me trae por el camino de la amargura pero mejor me explayo en un futuro post).
Otra gran diferencia se nota en que en cualquier momento te puedes topar en plena calle con un borracho. Y luego con otro, y luego con otro. Con luz, en horas punta, con el centro de la ciudad bullendo. Esto en Madrid solo pasa de madrugada y los findes, cuando los torzones con patas regresan a casa. Y, generalmente, se trata de borrachos adolescentes. En esta ciudad los borrachos son de 30, 40 y 50 tacos, no son precisamente pijos y la sociedad hace la vista gorda con ellos en plan “viven entre nosotros pero hacemos como si fueran invisibles”.
El tema comida ya ha sido sobradamente explorado en La Pinta Roja pero lo puedo resumir de este modo: the coffees are excellent pero el resto de cosas son sensiblemente inferiores a las de la madre patria (incluso las paellas preparadas del Tesco o Marks & Spencer apenas tienen un sabor que evoca el verdadero, por no hablar de que incluyen chorizo –normal que a Jamie Oliver le hayan dado palos por esta atrocidad-). Aquí huele a mantequilla, a grasa quemada, a fritanga infinita, a bocata de pollo y a pis derramado o cerveza seca en butaca. Los supermercados y delis (tiendas de alimentos y otras cosas necesarias) son parecidos pero incluyen esa maravillosa posibilidad de usarlos como cajeros y que se llama “cashback” (pinchad para el post sobre el tema).
Los horarios son otros, se desayuna como en todas partes, se almuerza entre 12 y 12.30 y se cena entre las 5 y las 7. Vale que a las 5 es muy pronto, pero es posible, yo lo he visto. Loida y yo lo hacemos igual (donde fueres lo que vieres…) pero algo relajado, es decir, comemos cuando nos lo ordenan en el trabajo como a ovejitas (depende de la semana) y cenamos entre 7.30 y 9. La verdad es que si cenamos a las 9 es incluso tarde. Generalmente cenemos al ritmo de “un Florrick” (The Good Wife, una de las mejores series que he visto nunca, y he visto muchas), “un Chicotito” (Pesadilla en la cocina, bajado de internet porque esos delincuentes de Atresmedia o bien quieren que pague o bien me dicen que “programa no disponible en su zona”, oiga, que esto ya es global todo) o un MasterChef Australia, que lleva ya 63 programas (dudamos que el concurso termine antes de nuestra muerte).
La clase media me parece difuminada entre ejecutivos y gente que se cree guay, turistas o extranjeros que trabajan en multanacionales, y knackers. Estas son las clases sociales a mis ojos. Claro que hay gente normal, pero poca. Y ya. A rasgos generales, es esto. Y claro, mucho cuidado con las palomas y las gaviotas. No son bonitas y no tienen comportamientos sociales. Son, literalmente, animales.