La Pinta Roja ya tiene Instagram

Una de las cosas que sí me gustan de tener un móvil moderno contemporáneo es lo de Instagram. Mantengo que esto ha existido siempre y antes se llamaba Fotolog o algo así (… sí, Juan, sí), pero a lo que iba, que está muy bien lo de colgar las fotos al instante y el double tap y todo eso. Seguid a @lapintaroja para ver todo lo que ven estos ojitos en el día a día dublinés (here’s a taste). Para ver lo que ve Loida en su día a día dublinés podéis meteros en su cabeza o, dada la imposibilidad de la transmutación mental, podéis seguir su cuenta en @loidalazaromir

Aprovechando nuestro reciente (y sorprendentemente satisfactorio viaje a Glasgow -no es, ni de lejos, tan fea como la pintan-) he decidido hacer un «15 días de Glasgow» poniendo cada día una foto del viaje a la ciudad escocesa, un Best of the Best, solo puede quedar una… bueno, de hecho, quince. La cosa empieza hoy y acabará el 30 de diciembre, un día antes de que acabe este erótico 2016.

La vida en Dublín: (foto)Síntesis

Nota previa: En este teclado (el del trabajo) no tengo determinadas teclas por lo que el texto ha sido redactado de forma que no tenga que hacer luego correcciones en casa (he evitado usar tildes y ciertos tiempos verbales)

Mucha gente me pregunta (ninguna) que si en realidad lo de vivir en esta ciudad es una buena experiencia, que muy bien los posts de la comida y los libritos que me compro y tal, pero que si de verdad merece la pena venirse a la capital de Irlanda, que si es una experiencia muy distinta a la de vivir, por ejemplo, en Cuenca. Pues mirad: distinta es, pero tampoco tanto, a fin de cuentas por estos lares pastan igualmente a sus anchas los Primarks, McDonalds e IKEAS de nuestra vida (lamentablemente, Mercadona brilla por su ausencia). En lo que cambia mucho la historia es en comidas, gentes, usos y costumbres. O sea, que me desdigo, que la experiencia es bastante distinta pero con algunos decorados similares. Uy, vaya volantazo.

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En el trabajo las cosas son radicalmente distintas, con empresas multinacionales a porrillo y una estructura bastante mas profesionalizada y horizontal (los ascensos y cambios de departamentos son habituales y son promovidos por los propios jefes) y existe un rollito friendly muy sospechoso (decoremos de navidad chachi la oficina mientras laboralmente te exprimimos como a un limón). Para que una empresa te despida tienes que liarla bien parda. Hay 300 jefes diferentes (en mis trabajos en Madrid mi supervisor directo era una o dos personas, no cuatro o cinco como ahora) y el micro-managing llega a niveles insospechados (esto me trae por el camino de la amargura pero mejor me explayo en un futuro post).

Otra gran diferencia se nota en que en cualquier momento te puedes topar en plena calle con un borracho. Y luego con otro, y luego con otro. Con luz, en horas punta, con el centro de la ciudad bullendo. Esto en Madrid solo pasa de madrugada y los findes, cuando los torzones con patas regresan a casa. Y, generalmente, se trata de borrachos adolescentes. En esta ciudad los borrachos son de 30, 40 y 50 tacos, no son precisamente pijos y la sociedad hace la vista gorda con ellos en plan “viven entre nosotros pero hacemos como si fueran invisibles”.

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El tema comida ya ha sido sobradamente explorado en La Pinta Roja pero lo puedo resumir de este modo: the coffees are excellent pero el resto de cosas son sensiblemente inferiores a las de la madre patria (incluso las paellas preparadas del Tesco o Marks & Spencer apenas tienen un sabor que evoca el verdadero, por no hablar de que incluyen chorizo –normal que a Jamie Oliver le hayan dado palos por esta atrocidad-). Aquí huele a mantequilla, a grasa quemada, a fritanga infinita, a bocata de pollo y a pis derramado o cerveza seca en butaca. Los supermercados y delis (tiendas de alimentos y otras cosas necesarias) son parecidos pero incluyen esa maravillosa posibilidad de usarlos como cajeros y que se llama “cashback” (pinchad para el post sobre el tema).

Los horarios son otros, se desayuna como en todas partes, se almuerza entre 12 y 12.30 y se cena entre las 5 y las 7. Vale que a las 5 es muy pronto, pero es posible, yo lo he visto. Loida y yo lo hacemos igual (donde fueres lo que vieres…) pero algo relajado, es decir, comemos cuando nos lo ordenan en el trabajo como a ovejitas (depende de la semana) y cenamos entre 7.30 y 9. La verdad es que si cenamos a las 9 es incluso tarde. Generalmente cenemos al ritmo de “un Florrick” (The Good Wife, una de las mejores series que he visto nunca, y he visto muchas), “un Chicotito” (Pesadilla en la cocina, bajado de internet porque esos delincuentes de Atresmedia o bien quieren que pague o bien me dicen que “programa no disponible en su zona”, oiga, que esto ya es global todo) o un MasterChef Australia, que lleva ya 63 programas (dudamos que el concurso termine antes de nuestra muerte).

La clase media me parece difuminada entre ejecutivos y gente que se cree guay, turistas o extranjeros que trabajan en multanacionales, y knackers. Estas son las clases sociales a mis ojos. Claro que hay gente normal, pero poca. Y ya. A rasgos generales, es esto. Y claro, mucho cuidado con las palomas y las gaviotas. No son bonitas y no tienen comportamientos sociales. Son, literalmente, animales.

Mi postre favorito de la historia, cortesía de Dunnes Stores

No sé muy bien cómo definir Dunnes Stores… ¿un Corte Inglés cutre? Sí, mira, lo he definido a la primera. En su supermercado venden unos postrecitos de los de llevarte a casa y tomarte después de la cena. En este caso, estas mini-pots dulces, tenían la «oferta» (ejem) de dos por ocho euros… con lo que cada vasito te sale a dos euros. ¿Merece tanto la pena como para pagar dos euros? Es la cosa más rica que he comido en mi vida, así que SÍ.

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Ojo, a Loida le parece DEMASIADO DULCE… y tiene razón. Pero si os gusta lo extraordinariamente dulce hasta el empalago (en la vida y en el postre), bienvenidos al mejor postre de vuestra vida. Se llama Sea Salted Caramel & Belgian Chocolate Mousse… que es un nombre demasiado largo. Llamadlo copita de chocolate y caramelo. ¡Qué rica, qué golosa, qué maravilla! ¡¡Llegó desde un mágico lugar, perfeccionada por dedicados Umpa Lumpas, para endulzarnos la vida!! Oh, copa grandiosa, muéstranos el camino…

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Este postrecito tiene una capa de mousse de chocolate (la más gordita), una capa de caramelo «sea salted» deliciosa, luego viene la capita de galleta espectacular, todo esto rematado por unas virutitas de chocolate on the top absolutamente juguetonas. Es de un tamaño bueno porque yo soy un glotón y creo que como unidad está bastante bien. No te quedas con ganas de más, no te roban el dinero.

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Dos vasitos serían 4,50 euros por separado, así que a veces pillo las dos copitas de mousse de fruta de la pasión y mango para compensar. Están muy ricas, sí, pero ni punto de comparación con las Sea Salted. Qué maravilla. No me canso de ellas. Ojalá nunca desaparezcan de mi vida.

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Hablemos de la basura en Dublín

Tomémonos unos minutos Y HABLEMOS DE LA BASURA. Y esta vez, no la de la comida. Me refiero a la basura que huele a caca. Para empezar, en Dublín no hay contenedores de basura. ¡No los busques, no seas rookie, aquí simplemente no existen! Quizá porque consideran literalmente INCONTENIBLE a la basura o porque no son amigos de concentrar la basura en esos simpáticos carricoches de metal (¿¿carricoches??)… la cosa es que no hay. Así que las bolsas tenéis que llenarlas en casa hasta los topes y sacarlas afuera, a plena acera, los días indicados en los que pasa el camión de la basura que tengan contratado en tu edificio/casa/bungalow. (Esto lo suele poner el casero en un calendario en el portal, al menos así ocurre en nuestro edificio). He observado que el fenómeno “no tenemos contenedores que huelen mal, sacamos la bolsa directamente a la calle” ocurre en Oxford, Glasgow, Londres y todo el Reino Unido. País que saca la basura unida… BREXIT.

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Basuras de las antiguas

Pero sigamos en Dublín. Hay dos bolsas, la blanca para plásticos, papeles, latas y cajas de Chocapic (específicamente Chocapic) y la negra para restos de comida y de potajes de garbanzos (a veces también he metido ahi algún zapato viejo, pero ssssssssh). Las bolsas son “especiales”, se compran con etiquetas y pegatinas en los supermercados, y dentro suelen coger varias bolsas de basura de tamaño normal. O sea, que la puedes sacar cada dos semanas en lugar de cada cuatro-cinco días cómo nos pasaba en España (WE EAT A LOT). La verdad es que prefiero lo de España, bolsa llena, al contenedor y listo. Eso de “retener” la bolsa en casa hasta llenarla hasta los topes y luego dejarla en la acera al ladito del portal da como un poco de asco.

Además, ¿realmente quiero que los vecinos vean a través del plástico blanco que me he comprado una “tortilla española” de la peor marca en el Londis de la esquina? (No compréis esas tortillas, están secas y pueden provocar pesadillas durante dos lunas). Eso por no mencionar que ESAS GAVIOTAS DEL DIABLO (criadas y enviadas por el mismísimo Diablo) te destrozar la bolsa de madrugada rebuscando comida como las gumias que son.

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Basuras de las modernas

La gente que vive sola y come poco en casa o no genera mucha basura (“GENERADORES DE BASURA”, la película) suele tirar por la calle de en medio que es ir tirando las cositas poco a poco (las cáscaras del plátano y las latas de Coca-Cola) cada día en las papeleras públicas (las jodías tienen “barras” para evitar que metas cosas muy grandes). Es una buena opción para ir por libre y no pagar las dichosas bolsas grandes, ni esperar al día de sacar la basura a la acera. El vidrio tiene contenedores especiales en sitios bastante remotos, y dividen en contendedores de casi tantos colores como el arcoíris (vidrios verdes, blancos, verdiblancos, blaugranas, del Eibar…). Reunirlos todos y separarlos es para auténticos amantes del reciclado. Pero sed buenos con el medioambiente.

PD. Los camiones de basura y los basureros son bastante menos ruidosos que en España, son prácticamente ninjas, aquí jamás podría vivirse una escena como esta de Louie:

Dublin: Origins

Hoy nos hemos cruzado con una familia española en el 147, uno de nuestros sitios más frecuentados en Dublín (buen café, sitio cuco, mesas para sentarse, cerca de casa…). Habían venido a ver a su hija, de 22 o 23 años (la edad se la contaron a Loida cuando yo me fui a hacer caca al baño), y la historia es de lo más familiar: la chica se vino de Madrid a trabajar de au pair (canguro, babysitter) con una familia irlandesa. Lleva pocos meses y en breve va a Madrid a pasar las navidades con los suyos. El padre ha felicitado varias veces a su niña, que qué bien lo está haciendo, que es una campeona viviendo sola, you know the drill. Nos han preguntado que si echamos de menos España, el tiempo, la comida… Les hemos dicho de ir a la fábrica de Guinness y que a ver si tienen suerte y no les llovía (no la han tenido). Es la historia de taaaaaaanta gente. Ha tenido un puntito de ternura recordar los inicios en Dublín. Yo empecé fregando platos en el aeropuerto. Cuando era la mitad de lo que es hoy. Cuando yo tenía 23 años. Cuando tenía la mochila cargada de sueños…

PD. El detalle del baño y la caca no era solo para producir desasosiego, es que el baño del 147 tiene un mural peliculero que mola mucho. Os dejo la foto encabezando el post. La foto del mural. No de la caca.