El bocata de pollo, el plato nacional irlandés

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Siempre me ha parecido increíble que, en un pueblo tan simple (por sencillo, humilde, no dado a los alardes) y tan amante de la patata como el irlandés, no hayan adoptado como propia la tortilla de patatas. Es tan sencillo: patata, huevo y listo… bueno, con cebolla para los puristas como un servidor, pero es pretty easy, ¿verdad? En fin, que la limitación gastronómica de esta gente es total. Tanto es así que su plato nacional es el bocata de pollo. Como lo leéis.

A ver, no es que los dublineses proclamen con orgullo que la chicken baguette o chicken roll (que es como se llama aquí) es su especialidad culinaria, pero es sin duda uno de los “platos” mas devorados a la hora del lunch. Por la cantidad de negocios que lo tienen en oferta y por la cantidad de gente que le hinca el diente (de pie, siempre de pie, aquí el lunch se toma en movimiento) me atrevo a afirmar que sí, que el bocadillo de pollo es su plato estrella.

La chicken baguette es tal que asi: pan de baguette que te abren por un borde a lo perrito caliente (con lo que al presionar aquello es un despilporrio y se te sale todo), mantequilla y mayonesa en cada tapa de pan (bien preñadito de grasa) y un filete rebozado de pollo que puede ser “plain” o “spicy”. Yo nunca lo pido spicy porque me da asco pasar un mal roto cuando como. A la hora de comer lo que busco es 1) Pasarlo bien, 2) Alimentarme. Esto cuesta unos 3 euros aunque hay sitios donde podeis pillarlo por 2 euros. No os voy a mentir, está rico y hubo una epoca en la que le metí mucha caña, casi a razón de uno diario… así que no lo demonizo en absoluto, te saca del atolladero con una solvencia extraordinaria, lo único que digo es que es un poco triste, es un poco pobre, que sea el plato mas consumido en los almuerzos de Dublín.

Los knackers y los borrachos de Dublín, el grotesco diario

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Caricatura del knacker irlandés tipo sacada de este post que merece la pena: http://www.eurowon.com/2013/04/knackers-gitanos-irlandeses.html

Una cosa que me da asco de Dublín es la cantidad de borrachos que pululan por las calles. ¿Otra cosa que me da asco? La cantidad de knackers que pululan por las calles. Los knackers son los jinchos, los quinquis; el grupo de malotes chandalistas que, hediondos a alcohol, empapuzados en lúpulo como trasuntos humanos de bizcochos borrachos, salen de casa con el único objetivo de zaherir y trapichear.

Están por todas partes. En los tranvías, en el mercado, comportándose sospechosamente en las bibliotecas. En las colas del Starbucks. En todas partes, insertados en la sociedad, grapados al día a día de la ciudad como la mantequilla al pan o ese tirar de la cadena que sucede a una buena caca. Los borrachos y los knackers forman parte del decorado dublinés. A todas horas, además. Inasequibles al desaliento. A la hora del té, al alba, cuando juega el Manchester United. Tambaleándose forever. Son seres de alcohol y oscuridad. Lo peor de la ciudad. (Lo del nuevo logo para promover el turismo está muy bien pero, ¿qué tal lo de rehabilitar personas? Venga, un saludo)

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Los borrachos son fáciles de identificar: esas peonzas humanas cuyo giro gravitatorio está impulsado por el lúpulo y/o la ginebra. Las fábricas de Guinness y Jameson, no demasiado alejadas del centro de Dublín, hacen de Meca particular. Los knackers, sin embargo, merecen alguna explicación. Muchos españoles se refieren a ellos como “zombis” y, pese a que no se agolpan a la salida de nuestra casa, trepándose los unos a los otros, con el ánimo de comernos y excretarnos, los parecidos son más que evidentes. Empecemos por el look. El ojo menos experimentado encontraría serios problemas para distinguir a un knacker de un muerto viviente. Su higiene personal es extraordinariamente similar. Su estilo vistiendo, ídem de ídem. Y es que el knacker es ajeno a las modas, su ropa siempre es chandalista, zarrapastrosa, resuelta en capas. Son como una version extrema del Chusky de Periodistas. Se peinan raro, con el pelo prensado sobre la cabeza gracias a una extraña resina, una goma de caucho que, a lo lamido de vaca, lo fija al cráneo ya para siempre. Una gomina que atraviesa oceános de tiempo. La laca eterna. Tienen el flequillo a lo paleto, en espigas, a lo Kentucky Fried Chicken. Sus dientes suelen ir de negro, cuando están.

Pero ahí no acaban los parecidos. Al igual que los zombis, los knackers forman ya parte de otra realidad. Otra sociedad. Una especie de Sociedad 2 con la que no hablamos. Como si no fueran de este mundo. Al knacker, como al zombi, se le esquiva. Se le ve venir y se le gambetea, se le aplica el noble arte del regate. Los knackers son otra sociedad dentro de la sociedad y no hay nexo de unión posible, solo se relacionan entre ellos, generalmente de dos formas:

  1. A grito pelao en vibrantes discusiones de pareja que generan extraordinarias ruletas de cuello, Linda Blair style, de los asombrados turistas, Welcome to the party, pal!
  2. Teniendo hijos y más hijos. Esta gente se reproduce como conejos. Aunque reciben más ayudas oficiales por esto que los conejos. Los carritos de bebés les sirven además de bolsas de la compra. Los bebés no sé de qué les valen. Ver a un knacker haciéndole carantoñas a su bebé es un ejercicio dantesco.

Detenerse ante ellos, considerarlos, es como pararse a hablar ante un gorrión o una estatua, algo impensable (salvo que vayas borracho perdido y te pongas a hablar con la de James Joyce, charla pétrea y rocosa de la que no descarto que se pudieran sacar varias conclusiones). Además, este diálogo no es aconsejable. Cuanto veas a un knacker y/o borracho venir a lo lejos, con su mirada torva y andares patizambos, trazando una imaginaria directa entre su caminar trompado y el fin de tu vida, lo mejor es el escorzo. La torsión. Un Keanu Reeves en bullet time. Hemos creado una sociedad (una Sociedad 1) en la que nos resultan menos molestos los que han dimitido (los vagabundos) que los que lo intentan por vías alternativas (los knackers).

¿De dónde vienen los knackers? No llegaron aquí por generación espontánea. No se abrió alguien una lata de Heineken y salieron de un largo letargo en plan tripulación de nave espacial en Alien, no. Los knackers vienen, tal y como explican estupendamente en este post, de las familias de vendedores ambulantes que (de)ambulaban por Irlanda. El que dice vender dice trapichear, delinquir, etcétera (¿¿serían también knackers los feriantes de aquel episodio de Los Simpson??). Estas familias se asentaron en zonas que no son muy recomendables para los turistas. Ni para los turistas ni para los que sientan aprecio por la vida. Por ejemplo, Tallagh. Esta parte de Dublín está llena de gente con pocos recursos, pocos trabajos y muchas ganas de acabar con tu vida. Quizá solo es ese miedo al extraño que también rige en Sociedad 1. Pero regir, rige. Riga, capital de Letonia. Ronald Reagan.

Atentos a las definiciones de knacker que obtenemos de internet, una auténtica monada: «a person whose business is the disposal of dead or unwanted animals, especially those whose flesh is not fit for human consumption”. O sea, una persona cuyo negocio es deshacerse de los animales muertos, especialmente aquellos cuya carne no es comestible por el ser humano. Dios mío, qué asco. Veamos la segunda acepción: “testicles”, o sea, testículos. Esto también es asqueroso, al ir estos contenidos en una bolsa vieja, de carne arrugada. Pero veamos la tercera acepción: “an uncouth or loutish person”. O sea, una persona basta, sucia, zafia, ordinaria, rústica o tosca. Lo mejor de cada casa. A breath of fresh air.

El week in numbers de The Journal

The Journal es una web que recopila noticias de varias fuentes y de varios tipos. Si pincháis en la pestañita «Irish», se centran en la verde Irlanda. La sección Week in Numbers es tontorrona y sencilla, y quizá por ello, imprescindible. Para la gente que hace concesiones continuas a la tontería y la sencillez. Como yo. Es, básicamente, poner estadísticas «divertidas» de la semana. En la última entrega, los euros por hora que ganan las cajeras del Lidl (11,50 euros) o el depósito habitual que piden en Irlanda para el que se compra su primera casa (39.308 euros). Eso aún está a eones de distancia para nosotros. ¿Son los eones una variable para medir la distancia? Seguramente, no; pero os hacéis a la idea.

Virgin Media compra la tele en Irlanda, adiós UPC

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La tele, en Dublín y en Irlanda, es UPC. Es el cacharrito que te graba los programas (almacena una buena cantidad de horas de pelis y series) y te permite ver tantísimas cadenas… las irlandesas y las inglesas. Incluso las que son americanas (Comedy Central, Food Network) te vienen en su versión UK (es por ello que veo editadas cosas como The Daily Show with Trevor Noah o Inside Amy Schumer… porque a los de UK, no me preguntéis por qué, les gusta recortar un cachito aquí y otro allá). Vale que también podéis optar por Sky (la tele inglesa de pago por excelencia) pero esa está en menos hogares porque hay una extraña ley de «fachadas bonitas» (aunque luego son más feas que un calcetín sudado) que impide colocar antenitas parabólicas en edificios del centro, o algo así (no he investigado la ley). Ni las antenas de Trancas y Barrancas, las de fieltro, se pueden colocar a ojos ajenos. Ojenos. Así pues, UPC está en la mayoría de hogares (luego se puede hacer el requiebro de, a través de UPC, contratar los canales de Sky que quieras… como yo los del furgol, porque si eres un enfermo de esto como yo, Roja Directa es una tortura insoportable).

Pues bueno, toda esta larga introducción ya la podéis olvidar porque el otro día recibimos una foto donde venía un camión de Virgin Media, todo rojo, comiéndose a una furgonetilla de UPC (ojo al extracto de la carta que ha publicado Richard Branson en su web: «As you can see, we made an entrance the only way we know how – horns blaring and ready to party»). UPC is no more, ahora esto se llama Virgin Media. Nos han renombrado lo que contratamos hace un año y dicen que «todo va a seguir igual pero iremos intruduciendo magia». Sí, sí, magia. Dynamo. En fin, de momento todo son enigmas, Edward Nygma, Jim Carrey, pero mis dudas son en realidad solo dos:

  1. ¿Seguirá costando igual o menos? Please say yes.
  2. ¿Me contrataréis en Virgin Media? Please say yes.

PD. Leyendo la carta de Branson he descubierto la web FoodCloud, para que los negocios repartan su comida sobrante, magnífica idea. 

Cómo se dice guay en Dublín

Se dice «grand». This is grand (esto mola), you are grand (molas), you were grand (tú antes molabas). Esta es una palabra muy particular de Irlanda y los dublineses. Las gentes de UK y Estados Unidos se quedan ojipláticas cuando el irlandés medio suelta un «you’re grand!», que es algo así como cinco veces a la hora, tirando a lo bajo.

La verdad es que me hace gracia. «Grand» es, literalmente, algo grande o excelente. O sea, que no es, «algo que mola mucho». No solo lo usan como «guay», sino como «OK». Si le das a alguien un codazo en la boca y le quiebras los molares provocando una riada de sangre bucal, TODO ESTO SIN QUERER POR SUPUESTO, tú le dirás a la víctima «Sorry! Sorry!» y él, pongamos que tu némesis, optará por tranquilizarte y te dirá «Don’t be sorry, you are grand». O sea, «No lamentes haberme partido la mandíbula en dos con ese codazo maestro… está todo OK, somos coleguitas». Ese mismo día, en la noche, te matará.

La cafetería del Tower Records

Tower Records es uno de esos sitios que confirman que el tiempo es relativo. 15 minutos de sano curioseo entre sus Blu·Rays, DVDs, CDs, libros y camisetas son en realidad una hora y media. No me preguntéis cómo, pero siempre pasa. Para repostar (y darle tregua a tus bolsillos) tiene en su planta de arriba el Tower Café, un sitio muy apañadito para tomar un café y un piscolabis («snack» no tiene el mismo impacto).

El latte está muy rico, aunque no tanto como en los mejores sitios de la ciudad, la decoración es ese rollito moderno de mesas y sillas cada una de su padre y de su madre, tienen cuadros pop -a la venta- decorando una pared. Es bonito pero sin encanto. Mucha gente joven comiendo, subrayando apuntes o dándole caña al laptop. Sitio correcto. Un vistazo a su carta aquí.

Tower Records, Dawson St., 01671 3250

PD. Voy a ir trasladando (no sé si traduciendo) aquí las reseñas de sitios que fui colgando en Yelp. Y es que me desencanté de Yelp tras una entrevista para trabajar con ellos. Más sobre esto, próximamente…

Mi vida en una multinacional

Cada semana tengo un horario distinto.
Si acabo muy tarde, me ponen un taxi.
Si empiezo muy temprano, me ponen un taxi.
Si llego dormido, hay café gratis.
Sabe a pis.
Si suena la flauta, traen cajas de fruta gratis.
Llevo una cadena al cuello, perdón, quise decir tarjeta.
La tarjeta abre todas las puertas de la empresa.
Bueno, no he probado en los despachos de los jefes.
A veces quieres ser libre y no te cuelgas la tarjeta del cuello.
Y cuando vuelves de mear no puedes entrar… ¡la tarjeta!
No ser libre te ayuda, actually, a hacer mejor tu trabajo.
La gente es muy simpática. El nivel de bondad es elevadísimo.
Los clientes de mi empresa se encargan de nivelar la balanza.
A veces junto cuatro días libres seguidos.
A veces me paso semanas enteras durmiendo 4 horas al día.
Lo de currar el turno de noche es tricky, te rompe los esquemas.
¿He mencionado que en Dublín no existen las persianas?
Tampoco es que haga mucho sol, pero es un invento que prefiero en mi vida.
Antes, cuando escribí «persianas», escribí de primeras «persionas».
Un concepto fascinante: personas que se cierran al exterior, que se cancelan.
En mi trabajo hablo con gente de todo el mundo.
No por gusto.
Nadie en el mundo está preparado para el fonema «JU».
Cuando digo «My name is Juan» he oído desde «Kuahn?» hasta «Yuan?».
El inglés que se habla en Emiratos Árabes o China es, desde luego, otro idioma.
Los españoles lo hablamos mal. Pero no de esta forma dantesca.
La gente que se va del trabajo manda mails comunitarios.
Os quiero, venid a mi leaving party, hay pintas gratis. Perdone, usted quién es.
El trabajo va de lo apasionante a lo surrealista.
Pasando siempre por esas espléndidas explanadas de aburrimiento supremo.
Los minutos son horas. Las horas son centurias.
A veces salgo de mi empresa y hace sol.
Y sueño como sería mi vida si me la ganara escribiendo.
A los pocos segundos empieza a llover.