Estamos buscando piso y esto es la jungla. Pero no la jungla de Abellan, aquella que hacia en la radio y que escuchaba todo el mundo cuando yo era pequeño, no, esta es la junglita de Cristal, la de Bruce Willis, pero sin terroristas. Llamar terroristas a los caseros seria un poquito demasiado pero teniendo en cuenta los precios que piden (de 1500 euros para arriba) por los pisos mas feos y mas viejos que te puedas echar a la cara… pues oye, muy lejos tampoco se quedan. Solo un poquito lejos. La verdad es que ni Loida ni yo habíamos vivido nunca una situación asi, tan bestia, tan bruta, tan descarada, tan a saco. La gente va a ver los pisos como esos videos del primer dia de las rebajas, aquí no hay personas viendo pisos, hay estampidas, tienes que ver el piso en cinco minutos, luego hacer tu propuesta para quedártelo, luego empenar un ojo o quizá el bazo para poder pagarlo… En fin, una competición realmente dura. Estamos trabajando en ella. Quiza hagamos un podcast para contarlo todo con pelos (puaj) y señales. Ah, no hay tildes y cosas, teclado extranjero, sorry.
No desfallecemos, metemos cosas en cajas y en breve llamaremos a un camión de esos U-HAUL (los únicos camiones que hacen mudanza como nos ha ensenado Hollywood). Esta vez nos vamos. En breve, venceremos. A raíz de esto, recuerdo que nunca escribi la conclusión de la saga “nuestro truquito contra el casero”, lo cierto es que han pasado tantas cosas en este edificio y con este casero que ya no tenia sentido seguir hablando de “truquitos”. Cuando el verdadero truquito nos lo ha hecho el, pero el truco del almendruco.