Los alquileres en Dublín no es que se hayan puesto por las nubes, es que ya dejaron atrás las nubes, las han atravesado como tú en un avión, y van camino del mismísimo sol, entiendo que con el único fin de MORIR TOSTADOS, llevándose por el camino a caseros, inquilinos y la madre que los parió. Yo, desde aquí, ruego a la reflexión: o esto se calma un poco o mucha gente tendrá que irse a vivir fuera de la ciudad (cosa cada vez más de moda, supongo que ya tendrá término inglés tipo «ejecting»).
A ver, a día de hoy es prácticamente imposible encontrar un piso para dos personas por menos de 1.500 euros. A ver, alguno hay de 1.300 o 1.400, pero son auténticos disparates de pisos, casas antiguas de paredes desconchadas, moquetas sospechosas y dimensiones más propias de una caja de cerillas (a estos pisos los llaman aquí “compactos” en una nueva muestra de lo mucho que se puede retorcer el lenguaje cuando quieres arrimar el ascua a tu sardina). En resumen, esos pisos son un asco y si no tienes ya 20 años y quieres cosas como duchas que funcionen y calefacciones que calienten, no puedes vivir en ellos. Así pues, de 1.500 para arriba (que es lo que estamos pagando ahora). A esto hay que sumarle las bills (luz, agua, internet, Netflix), la comida (dependiendo de lo tragaldabas que seáis en vuestra casa, en la mía mucho y especialmente yo) y el transporte (una MORTERADA buena, si no tienes una Leap Card anual co-financiada por tu trabajo, se puede pagar tranquilamente 20-25 euros por semana, y eso tirando a lo bajo). O sea, que al mes puedes te puedes poner en 2000 euritos españoles. Y, claro, por bien que paguen aquí en los trabajos (que pagan mejor), si cada mes se te van 2.000 euros en gastos… ¿qué clase de futuro puedes construir? Aparte de convertirte en un morlock y planear tu vida bajo tierra.
Una opción que nunca me he planteado seriamente pero salta a la palestra cada vez que hablamos de cambiarnos de piso (como ahora) es la de compartir piso, que es sin duda el mejor modo de pagar un alquiler razonable en Dublín. A mi edad yo ya no estoy para esperar a que termine de cocinar un señor en calzoncillos para yo poder cenar a gusto, o tener que esperar a que alguien termine de ducharse, o que alguien me reproche que uno de los platos que fregué ayer por la noche tiene un par de manchitas que no me esforcé en frotar (como me dijo un francés palurdo hace ya muchos años). Ni a mi edad ni a ninguna edad, francamente. No me gusta vivir con gente. Solo con Loida. Así que lo de pagar 800 euros al mes por una habitación propia y salón-baño compartido, de momento, sigue sin ser una opción seria. Pero claro, cuando te pones a echar cuentas… pues dices que sí al señor con calzoncillos y a esperarte a entrar al baño todo lo que tengas que esperar.
Pero lo peor no es eso, lo peor es la auténtica batalla campal que se libra cada día por conseguir un piso. Me contaba Loida hace poco que una de sus compañeras de trabajo ha conseguido cambiarse a otro más cerca de Dublín por pura suerte: fue una de las primeras en escribir al casero… de las más de 500 personas que le escribieron. La gente va a las primeras visitas a un piso con referencias del banco, de su casero actual, copias de su contrato de trabajo e incluso con dinero en efectivo para ofrecer en el acto uno o dos meses de depósito con tal de asegurarse un piso. Y aquí no hay un Tecnocasa al que acudir y decirles “busco uno de tal presupuesto por la zona X, conseguidme citas para ver pisos”, aquí las agencias solo trabajan para el casero, eres tú y solo tú el que debes buscarte la vida. Es por eso que ante una nueva perspectiva de buscar piso, empaquetar el piso, hacer la mudanza y jugártela con un nuevo casero uno casi que piensa en quedarse como está. Qué pereza da todo.