¿Irlanda unida jamás será vencida?

La República de Irlanda, que es la Irlanda de la que hablamos aquí en La Pinta Roja, la que no forma parte del Reino Unido (sé que aclarar esto es un poco raro, pero no sabéis la cantidad de gente que se confunde con esto), podría volver a arrejuntarse con Irlanda del Norte, de la que lleva separada un siglo. ¿Es esto posible? ¿Cuáles son las claves de este reencuentro? ¿Qué consecuencias tendría para ambos países? Os recomiendo absolutamente que pinchéis en el link de debajo:

Podcast Hoy en El País sobre Irlanda del Norte possibly meeting ROI (Republic of Ireland)

Seis Naciones, Irlanda y el rugby: A ver si me entero

Del 2 de febrero al 16 de marzo tenemos la nueva edición del campeonato que enfrenta a nuestro país (¡Irlanda, por supuesto!) contra Inglaterra (¡los odiamos!), Gales (the same!), Escocia (estos son majos, Glasgow y Edimburgo, especialmente esta última, tienen mucho encanto), Francia (eeeeeeem… paso palabra) e Italia (a estos los queremos, son guays).

Ayer, en el partido inaugural del torneo, Irlanda le metió una tunda a Francia. A ver, no sé, yo de rugby no entiendo mucho nada, pero 17 a 38 suena a victoria sin despeinarse. Irlanda defiende título, así que supongo que son muy buenos. Oye, que voy a salpimentar este post con tweets de la cuenta oficial del torneo (¡patrocinado por Guinness!) que molan mucho.

No os voy a engañar, todo lo que sé del rugby es que es como el fútbol americano pero sin cascos ni protecciones, a porta gayola, por así decir. A las bravas. En Dublín estaban como locos por la música con esto y los pubs se inundaban cada vez que jugaba Irlanda (ojo, no confundir el rugby con el fútbol gaélico -harina en la que ya me meteré en el futuro, embadurnarme de harina como Jessica Lange-). Lamentablemente, ni Loida ni yo entramos nunca en este mundo. Pero vamos, el Seis Naciones me parece interesante como fenómeno, es uno de los acontecimientos deportivos que más pasiones mueven y que, quieras o no, te acaba salpicando aunque estés en un bar de Móstoles tomándote un pincho de tortilla para desayunar. Simplemente, te llega.

Si estás tan perdido como yo, he aquí una GUÍA EXPRÉS PARA RECIÉN LLEGADOS AL SEIS NACIONES: Tiene lugar entre febrero-marzo de cada año y juegan las selecciones anteriormente mencionadas, que son las más potentes de Europa. Se juega en casa de cada país participante, como si fuera la Champions (Irlanda tiene su sede en el Aviva Stadium, donde se jugará la final de la Europa League como os conté en este podcast). Inglaterra juega en un sitio llamado Twickenham (¿?), Italia en el Olímpico de Roma (ojo, cuidao), Escocia en Murrayfield, Gales en el Millenium Stadium de Cardiff; y, Francia, supongo que por su cara bonita, juega en tres sedes distintas: Marsella, Lyon y Lille. (Con esta jugadita de debajo a lo mejor flipas)

Nació en 1882 con Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda, Francia se uniría en 1910 (se fue en 1931 para volver en 1947); y la última en apuntarse fue Italia en el año 2000. Antes del 2000, claro, era el Cinco Naciones. ¿Os imagináis que antes fuera también el Seis Naciones y la sexta nación era una nación secreta, una ghost nation, con los jugadores emboscados en una manta de invisibilidad y compitiendo por unos nefarious interests? ¡Quiero una película de esto y la quiero ahora!

Me duele decir esto, pero Italia es la «peor» selección de todas: Inglaterra tiene 29 títulos, Gales 28, Francia 17, Escocia e Irlanda empatan a 15… y nuestros hermanos italianos lo mejor que han hecho es quedar cuartos. Mira, ellos con sus croissants rellenos de crema de pistacho yo creo que ya obtienen la felicidad por otros medios. ¿Es por eso que España no participa, para no quedar la sexta cada año?

Irlanda ha arrastrado al torneo su pequeño problemilla con lo del IRA. Tras el Bloody Sunday (la matanza de Derry de 1972), se estableció que no volviera a sonar el God Save The Queen durante la presentación de los equipos, tampoco sonaba el himno irlandés cuando los Irish jugaban fuera de casa… todo esto acabó en 1997.

Lo más destacado para un OBSERVER que viene de fuera a este mundo es lo de los protectores bucales inteligentes: resulta que desde ayer, los jugadores llevan protector bucales con sensores que recogen «data» de esta tan rica de nuestros tiempos y la envían por bluetooth, en este caso son datos sobre la frecuencia e intensidad de los golpetazos que reciban en la cabeza. Si hay muchos, se retira al jugador para prevenir conmociones cerebrales. O algo así. La primera prueba de esto fue en un partido de rugby femenino entre las selecciones de Italia y Japón.

Pues nada, mucha suerte para todos y a ver si Irlanda DESTRUYE a los otros cinco países participantes, especialmente a Gales, por el pobre rendimiento que dio Gareth Bale en el Real Madrid. ¡A por los galeses!

102 años del Ulises de James Joyce

El 2 de febrero de 1922 coincidió, además, con el cumpleaños del autor, que cumplió entonces 40 años. El reconocimiento universal a la importancia del Ulises es unánime, y el retrato que se hace en el libro de la ciudad de Dublín es equiparable, por su excelsa capacidad descriptiva, al Londres de Dickens o el París de Balzac (por supuesto, esto lo he copiado de la Wikipedia porque soy un tarugo -repito, me prometo leerlo, tanto Dublín y tanta Pinta Roja y vas y no lees a Joyce…-).

En lecturalia dicen que la cosa va de Leopold Bloom recorriendo Dublín durante un largo día durante el cual vamos escuchando un monólogo interior del protagonista y que fue esto, la «odisea verbal fascinante» que nos permite conocer los pensamientos de Bloom y, por extensión, los de los seres humanos, lo que convirtió a Ulises en la obra magna que es. Me encanta esto que dicen de que cada capítulo del libro es un prodigio de invención estilística, una fiesta de la inteligencia y la imaginación que, hoy como ayer, sigue deslumbrando por la magnitud de su ambición y su torrencial polifonía. ¡A por él, maldita sea!

El recorrido que hace el protagonista de la novela, por supuesto, ha dado origen al Bloomsday en Dublín.

Unas fotitos de Dublín de inicio de año blogueril

Desde que dije que La Pinta Roja ya tenía Instagram no me había vuelto a acercar por el blog. Lo cierto es que tengo varias cosas que contar de nuestra vida dublinesa pero me falta tiempo para contarlo PROPERLY. Muchas veces dejo morir posts porque para escribirlos rápido y mal prefiero no hacerlo. Posts no-natos. En fin, que puede que esta noche (cuarta noche de mi semana nocturna en el trabajo) haga una escapada a mis mundos de Yupi (aka, este blog, entre otros) y escriba algo mientras finjo estar trabajando duramente para ganarme ese jornal que, sin duda, me merezco. Pues eso, queda la promesa y el reto nocturno de contar algo con un mínimo de chicha. Mientras tanto, y para demostrar que este blog va a estar igual de vivo y coleante (¿¿coleante??) en 2017 que en 2016, os dejo unas cuantas fotos de Dublín de las que hacía cuando usaba una cámara de fotos, remember those?

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La Pinta Roja ya tiene Instagram

Una de las cosas que sí me gustan de tener un móvil moderno contemporáneo es lo de Instagram. Mantengo que esto ha existido siempre y antes se llamaba Fotolog o algo así (… sí, Juan, sí), pero a lo que iba, que está muy bien lo de colgar las fotos al instante y el double tap y todo eso. Seguid a @lapintaroja para ver todo lo que ven estos ojitos en el día a día dublinés (here’s a taste). Para ver lo que ve Loida en su día a día dublinés podéis meteros en su cabeza o, dada la imposibilidad de la transmutación mental, podéis seguir su cuenta en @loidalazaromir

Aprovechando nuestro reciente (y sorprendentemente satisfactorio viaje a Glasgow -no es, ni de lejos, tan fea como la pintan-) he decidido hacer un «15 días de Glasgow» poniendo cada día una foto del viaje a la ciudad escocesa, un Best of the Best, solo puede quedar una… bueno, de hecho, quince. La cosa empieza hoy y acabará el 30 de diciembre, un día antes de que acabe este erótico 2016.

La vida en Dublín: (foto)Síntesis

Nota previa: En este teclado (el del trabajo) no tengo determinadas teclas por lo que el texto ha sido redactado de forma que no tenga que hacer luego correcciones en casa (he evitado usar tildes y ciertos tiempos verbales)

Mucha gente me pregunta (ninguna) que si en realidad lo de vivir en esta ciudad es una buena experiencia, que muy bien los posts de la comida y los libritos que me compro y tal, pero que si de verdad merece la pena venirse a la capital de Irlanda, que si es una experiencia muy distinta a la de vivir, por ejemplo, en Cuenca. Pues mirad: distinta es, pero tampoco tanto, a fin de cuentas por estos lares pastan igualmente a sus anchas los Primarks, McDonalds e IKEAS de nuestra vida (lamentablemente, Mercadona brilla por su ausencia). En lo que cambia mucho la historia es en comidas, gentes, usos y costumbres. O sea, que me desdigo, que la experiencia es bastante distinta pero con algunos decorados similares. Uy, vaya volantazo.

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En el trabajo las cosas son radicalmente distintas, con empresas multinacionales a porrillo y una estructura bastante mas profesionalizada y horizontal (los ascensos y cambios de departamentos son habituales y son promovidos por los propios jefes) y existe un rollito friendly muy sospechoso (decoremos de navidad chachi la oficina mientras laboralmente te exprimimos como a un limón). Para que una empresa te despida tienes que liarla bien parda. Hay 300 jefes diferentes (en mis trabajos en Madrid mi supervisor directo era una o dos personas, no cuatro o cinco como ahora) y el micro-managing llega a niveles insospechados (esto me trae por el camino de la amargura pero mejor me explayo en un futuro post).

Otra gran diferencia se nota en que en cualquier momento te puedes topar en plena calle con un borracho. Y luego con otro, y luego con otro. Con luz, en horas punta, con el centro de la ciudad bullendo. Esto en Madrid solo pasa de madrugada y los findes, cuando los torzones con patas regresan a casa. Y, generalmente, se trata de borrachos adolescentes. En esta ciudad los borrachos son de 30, 40 y 50 tacos, no son precisamente pijos y la sociedad hace la vista gorda con ellos en plan “viven entre nosotros pero hacemos como si fueran invisibles”.

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El tema comida ya ha sido sobradamente explorado en La Pinta Roja pero lo puedo resumir de este modo: the coffees are excellent pero el resto de cosas son sensiblemente inferiores a las de la madre patria (incluso las paellas preparadas del Tesco o Marks & Spencer apenas tienen un sabor que evoca el verdadero, por no hablar de que incluyen chorizo –normal que a Jamie Oliver le hayan dado palos por esta atrocidad-). Aquí huele a mantequilla, a grasa quemada, a fritanga infinita, a bocata de pollo y a pis derramado o cerveza seca en butaca. Los supermercados y delis (tiendas de alimentos y otras cosas necesarias) son parecidos pero incluyen esa maravillosa posibilidad de usarlos como cajeros y que se llama “cashback” (pinchad para el post sobre el tema).

Los horarios son otros, se desayuna como en todas partes, se almuerza entre 12 y 12.30 y se cena entre las 5 y las 7. Vale que a las 5 es muy pronto, pero es posible, yo lo he visto. Loida y yo lo hacemos igual (donde fueres lo que vieres…) pero algo relajado, es decir, comemos cuando nos lo ordenan en el trabajo como a ovejitas (depende de la semana) y cenamos entre 7.30 y 9. La verdad es que si cenamos a las 9 es incluso tarde. Generalmente cenemos al ritmo de “un Florrick” (The Good Wife, una de las mejores series que he visto nunca, y he visto muchas), “un Chicotito” (Pesadilla en la cocina, bajado de internet porque esos delincuentes de Atresmedia o bien quieren que pague o bien me dicen que “programa no disponible en su zona”, oiga, que esto ya es global todo) o un MasterChef Australia, que lleva ya 63 programas (dudamos que el concurso termine antes de nuestra muerte).

La clase media me parece difuminada entre ejecutivos y gente que se cree guay, turistas o extranjeros que trabajan en multanacionales, y knackers. Estas son las clases sociales a mis ojos. Claro que hay gente normal, pero poca. Y ya. A rasgos generales, es esto. Y claro, mucho cuidado con las palomas y las gaviotas. No son bonitas y no tienen comportamientos sociales. Son, literalmente, animales.

Hablemos de la basura en Dublín

Tomémonos unos minutos Y HABLEMOS DE LA BASURA. Y esta vez, no la de la comida. Me refiero a la basura que huele a caca. Para empezar, en Dublín no hay contenedores de basura. ¡No los busques, no seas rookie, aquí simplemente no existen! Quizá porque consideran literalmente INCONTENIBLE a la basura o porque no son amigos de concentrar la basura en esos simpáticos carricoches de metal (¿¿carricoches??)… la cosa es que no hay. Así que las bolsas tenéis que llenarlas en casa hasta los topes y sacarlas afuera, a plena acera, los días indicados en los que pasa el camión de la basura que tengan contratado en tu edificio/casa/bungalow. (Esto lo suele poner el casero en un calendario en el portal, al menos así ocurre en nuestro edificio). He observado que el fenómeno “no tenemos contenedores que huelen mal, sacamos la bolsa directamente a la calle” ocurre en Oxford, Glasgow, Londres y todo el Reino Unido. País que saca la basura unida… BREXIT.

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Basuras de las antiguas

Pero sigamos en Dublín. Hay dos bolsas, la blanca para plásticos, papeles, latas y cajas de Chocapic (específicamente Chocapic) y la negra para restos de comida y de potajes de garbanzos (a veces también he metido ahi algún zapato viejo, pero ssssssssh). Las bolsas son “especiales”, se compran con etiquetas y pegatinas en los supermercados, y dentro suelen coger varias bolsas de basura de tamaño normal. O sea, que la puedes sacar cada dos semanas en lugar de cada cuatro-cinco días cómo nos pasaba en España (WE EAT A LOT). La verdad es que prefiero lo de España, bolsa llena, al contenedor y listo. Eso de “retener” la bolsa en casa hasta llenarla hasta los topes y luego dejarla en la acera al ladito del portal da como un poco de asco.

Además, ¿realmente quiero que los vecinos vean a través del plástico blanco que me he comprado una “tortilla española” de la peor marca en el Londis de la esquina? (No compréis esas tortillas, están secas y pueden provocar pesadillas durante dos lunas). Eso por no mencionar que ESAS GAVIOTAS DEL DIABLO (criadas y enviadas por el mismísimo Diablo) te destrozar la bolsa de madrugada rebuscando comida como las gumias que son.

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Basuras de las modernas

La gente que vive sola y come poco en casa o no genera mucha basura (“GENERADORES DE BASURA”, la película) suele tirar por la calle de en medio que es ir tirando las cositas poco a poco (las cáscaras del plátano y las latas de Coca-Cola) cada día en las papeleras públicas (las jodías tienen “barras” para evitar que metas cosas muy grandes). Es una buena opción para ir por libre y no pagar las dichosas bolsas grandes, ni esperar al día de sacar la basura a la acera. El vidrio tiene contenedores especiales en sitios bastante remotos, y dividen en contendedores de casi tantos colores como el arcoíris (vidrios verdes, blancos, verdiblancos, blaugranas, del Eibar…). Reunirlos todos y separarlos es para auténticos amantes del reciclado. Pero sed buenos con el medioambiente.

PD. Los camiones de basura y los basureros son bastante menos ruidosos que en España, son prácticamente ninjas, aquí jamás podría vivirse una escena como esta de Louie:

Cash back en Dublín: Saca pasta anywhere, anytime

Un fenómeno propio de Dublin y de Irlanda que estaría guay copiar para España (no estoy seguro de si ya se hace en una en varias ciudades, sé que en Madrid, por la última vez que lo intenté, no) es el del cash back, consistente en poder sacar dinerito contante y sonante en cualquier sitio por tu cara bonita. Ejemplo: entras en el Dunnes Stores y te compras un miserable paquete de chicles que no cuesta ni euro. Bueno, pues sacas tu tarjeta de crédito o debito, LIKE A BOSS, y pagas tus chicles con ella. Antes de que te cobren, el dependiente o dependienta te pregunta: “Do you want cash back?”. Es decir, “¿Quieres sacar dinerito fresquito de la tarjeta LIKE A BOSS?”. Si dices que sí, y que quieres, por ejemplo, 20 euros, la dependienta o dependiente te cobraran 20,90 euros por la transacción. U sease, 20 euros que sacas en efectivo para pagarte tus vicios y 90 céntimos que cuestan los chicles.

Lo de cash back es, básicamente, convertir todos los comercios de Dublín en un cajero automático a tu disposición. Es una cosa utilísima cuando vas con prisa y no puedes pararte a buscar cajeros all around the city. Esto lo puedes hacer también en restaurantes y otro tipo de tiendas. El cielo es el límite (no he probado si en los aviones de Ryanair, EN PLENO VUELO, se puede sacar cash back… aunque teniendo en cuenta que allí arriba sirven crisps sándwiches, todo es posible).

Hombre, para controlar gastos no es lo mejor lo de ir sacando pasta en cada transacción económica, pero rápido y útil es un rato. A todo esto, hay una peli de hace varios años que se llama “Cashback” y que no tiene nada que ver con esto, pero su argumento me ha intrigado: el protagonista se aburre tanto en su trabajo que ha adquirido la capacidad de parar el tiempo, o algo asi. A bajarla. Plenamente identificado con el protagonista. Salvo por su capacidad de parar el tiempo. Yo en mi oficina solo tengo la capacidad de extenderlo hasta el infinitivo…

¡¿Pero qué les pasa a las gaviotas y las palomas de Dublín?!

El turista se lleva las manos a la cara para protegerse, flipando con que las palomas hayan roto el pacto y vayan a atacarlo sin mediar palabra

Una pequeña advertencia por si venís a Dublín: las palomas y las gaviotas no forman parte de la sociedad. En España teníamos un acuerdo con las palomas: nosotros no nos metíamos con ellas y su extraña forma de andar, y ellas no nos hacían caca en la cara. Ni eso ni amenazaban con volar en dirección a nuestras lindas caritas. En Dublín ese pacto fue DINAMITADO en algún momento de la historia y aquí, las palomas, TE ATACAN. He perdido la cuenta de las veces que he tenido que arquearme a lo Neo en Matrix para esquivar a una MALDITA PALOMA que se precipitaba desde el cielo hacia mi cuerpo como un piloto japonés kamikaze asaltando el puerto de Pearl Harbor. ¡¡Malditas palomas!! ¡Nunca tendréis mi cuerpo! ¡NUNCA!

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En serio, que te vuelan a la cara, que no se apartan, que te desafían continuamente. El Irish ya está acostumbrado, pero el asombro del turista es diario y siempre repite el mismo proceso:

ASÍ ASUSTAN LAS PALOMAS A LOS TURISTAS EN DUBLÍN (DANGER!):

1) El turista se lleva las manos a la cara para protegerse, flipando con que las palomas hayan roto el pacto y vayan a atacarlo sin mediar palabra
2) La paloma da un giro a lo Fast & Furious en el último segundo, como si fuera una maldita conductora en el polígono, y apenas le roza el codo al humano que ha visto pasar toda su vida ante sus ojos
3) El turista respira aliviado, consciente de que si las palomas quisieran, todo esto sería suyo. Lo dicho, mucho cuidado con ellas, no actúan en sociedad como en España, aquí son UNRELIABLES, como la narradora de una novela de Gillian Flynn.

Respecto a las gaviotas irlandesas, también traigo malas noticias: SON LA PERSONIFICACIÓN (¿ANIMALIZACIÓN?) DEL MAL. A ver, son muy bonitas suspendidas en el aire, como cometas sujetadas por una cuerda invisible, forman una estampa para enmarcar… pero cuando bajan al barro y empiezan a destrozar bolsas de basura (picoteándolas hasta abrirlas y desparramar todos los restos de comida por la acera) o cuando deciden pelearse con otras gaviotas, son pura maldad. Sé que son malas, tienen la mirada aviesa. Si tuvieran bigote, se lo atusarían. Loida vio a una gaviota lanzarse sobre el sándwich que tenía un pobre señor por la calle, se lo arrancó de la mano con el pico y se lo llevó volando a su maldita guarida llena de gaviotas conspiradoras. Son fanáticas del robo. Son nuestras enemigas.

Gisela de OT en Dublín, dándolo todo

Esta semana me toca turno de noche en  mi querido trabajo. Esto implica entrar al laburo a las once de la noche de un día y salir del edificio a las siete y media de la mañana del día siguiente. Una cosa bastante loca. Sigo aguantando el tirón porque yo, al igual que Tom Cruise, viviré por siempre. Pero no puedo negar que cada vez es más duro. Es por ello-oye que recurro a ayudas como capsulitas mágicas de Reese´s Pieces, tazas de café non-stop, latas de Monster y similares… y podcasts. Anoche escuché el de Viruete sobre la primera edición de OT y cayeron bastantes risas y recuerdos… además de un descubrimiento. Dijo Viruete que Gisela se había metido a youtuber y cuál ha sido mi sorpresa al descubrir que, no solo es que esté la tipa dándolo todo con la cámara, es que hace poco estuvo en Dublín y alrededores y se cascó dos vídeos relatando la experiencia. Son bien curiosos y aquí os los dejo (de todas las celebrities que han estado en Dublín, os dejo la experiencia de Gisela, gozad):